Funeral del Hermano Rafael María Jané.

Este Hermano era parte de la solera catalana de Montalegre. Nació a la orilla del
Mediterráneo, en Calafell. Se empleó en el comercio. Pero en su pueblo estaba el noviciado de
los Hermanos de san Juan de Dios y se sintió atraído por ellos. Pronto sintió una inclinación
mayor a la oración y a la vida interior y pasó a esta Cartoixa en 1959. Sin pasar por la Donación,
pues era religioso, tomó el hábito de Converso, sin barba, en 1960. En Todos los Santos de
1964 hizo su profesión solemne. En 1974 recibió los ministerios de Lector y Acólito. Tenía
ahora 97 años y esperábamos celebrar su centenario. Estaba lleno de vida… aparentemente.
Trabajó en la sastrería y como enfermero y jardinero. Ayudaba al sacristán en la preparación
de las flores para las solemnidades. Pero además de esa vida normal de Hermano fue músico y
poeta. En esto colaboraban el H Roberto y él. El H Rafael guardaba en una carpeta los
villancicos y los repartía a padres y hermanos para prepararlos y en Navidad cantaban todos,
acompañados a la flauta con el H Roberto. Los dos hacían un dúo muy sintonizado y fueron
chantres. Leía mucho y eso lo ayudaba en su afición o vocación poética. Su obra lírica fue
intimista, de carácter contemplativo y místico. Al quedar ciego pedía que se las leyeran, para
saborearlas, aunque algunas las sabía de memoria. La ceguera facilitó mucho su vida de
oración. Pasaba horas en la soledad de la iglesia, adonde los demás no van, con Jesús
Sacramentado. De ahí venía su alegría, que nos admiraba. Por un lado, la pérdida de la vista no
lo contristó y por otro lado le permitió entrar en sí mismo en una vida de unión con Dios,
fuente de su comentadísima sonrisa.
Los últimos años de su vida los ha pasado ciego. Pero ha dejado todos, Cartujos y conocidos,
admirados por la fuerza con que los ha llevado y vivido. Después de tantos años en su
Montalegre, de donde no había salido, andaba por la Casa él solo sin dificultad. Decía que,
además de ir tocando la pared, le ayudaba el sentir el fresco al llegar a la esquina del claustro.
Entraba en la celda prioral silenciosamente diciendo: Hola, Padre, hace mucho tiempo que no
lo veo (o que no vengo a verlo). Frases como ésa significaban que vivía su ceguera como una
continuación rutinaria de toda su vida anterior. Y sobre todo era impresionante su sonrisa
continua y su risa franca. Hablaba con soltura y con sentido y sus juicios eran muy acertados.
Su simpatía queda plasmada en esto que contaba. Hace años iba a visitar al hospital otro
Hermano, quien estaba en un cuarto con otro enfermo. Nuestro Rafael hablaba con el Cartujo
pero también saludaba al otro señor. Al cuarto o quinto día éste le dijo: “Oiga, quiero
confesarme”. Rafael le explicó que eran Hermanos Legos pero que al día siguiente le traería un
padre. “Ah, no. Yo, o me confieso con Usted, o sigo sin confesarme”. Se lo había ganado con su
simpatía. Eso lo retrata.

El epílogo de su vida ha sido inesperado, especial, un don de Dios. En los últimos días de
setiembre se quejaba de que respiraba con dificultad, sentía ahogo. Lo llevamos a urgencias y
enseguida dijeron: “Ése es el primer síntoma del covid; vamos a examinarlo, pero el resto de la
Comunidad debe aislarse”. El Hermano se movía de su celda a la iglesia y era visitado por los
otros, que le leían los libros que él pedía. Por tanto dijimos: si tiene el covid será por alguno de
nosotros. Cada uno se metió en su celda. A mañana siguiente el hospital telefoneó que el
Hermano no tenía covid, pero sí un tumor en el pulmón, difuso ya en el páncreas e hígado. Él
no ha sentido ni antes ni después ningún dolor, pues por su edad el sistema nervioso estaba
menos sensible
Volvió pues a principios de octubre a su celda a esperar la muerte. El don de la insensibilidad
fue completado con otro don tal vez mayor: la lucidez. Dos días antes de morir él mismo decía:
“Me admiro de la lucidez que tengo”. Simplemente fue perdiendo fuerzas. Dejó de levantarse.
Y comentaba: “Claro, oyéndome hablar no se dan cuenta de lo débil que estoy”. Pues de
hecho, aunque fue apagándose, ha tenido un último mes lleno de vida, al menos mental y oral.
Si un visitante, para animarlo, le citaba un verso de santa Teresa, él continuaba el poema
entero. Si uno de los venidos de Portugal le comentaba su admiración por los castillos
humanos catalanes, él le daba una docena de nombres de ciudades famosas por eso. Este
martes, anteayer, estuvo hablando con sus acompañantes, y había estado cantando, hasta las
9; se durmió, como todos, y poco después de la medianoche se despertó con Nuestro Señor. Y
siempre con una sonrisa inexplicable. O explicada por su conformidad con la voluntad de Dios
en su ceguera. La mitad de esta Comunidad de Montalegre son nonagenarios y octogenarios
esperando la venida del Señor. Pero la otra mitad son relativamente jóvenes, admirablemente
dedicados e entregados al cuidado de sus Hermanos ancianos. Día y noche, en toda clase de
atenciones y servicios. Entre enfermos y enfermeros forman una Comunidad unida en total paz
y caridad.

Vine a Montalegre de prestado y ya he enterrado tres de los Cartujos que encontré. Puedo
decir que eso es lo único lamentable que he vivido en este año. De la Orden me han
comentado que por mis palabras en Capítulo “parece” que los otros dos eran santos. Pues sí,
para mí lo eran. Me han comentado que no he contado sus defectos. ¿Para qué? Ya
conocemos los defectos de todos los Cartujos. No hace falta recordarlos. En vida los
perdonamos, en muerte los olvidamos. Pero reconozco, reconocemos, que tuvieron sus faltas.
Por algo se confesaban cada semana. La única conclusión es que debemos rezar por sus almas,
y bien que la Orden estipula esas preces. Cumplámoslas con devoción y amor fraterno. Un
padre cartujo de noventa años nombraba su padre y su madre en todas sus Misas. “Padre,
¿piensa que sus padres están todavía en el Purgatorio?” “¡Claro que no! ¡Fueron
inmediatamente al Cielo! Pero porque el Señor sabía que yo iba a estar toda mi vida rezando
por ellos.” Creamos en el Purgatorio. Pero creamos también en la eficacia, divinamente
prometida, de nuestras oraciones. Para que descansen en paz.

Prior de Santa María de Montalegre
Cartoixa Santa María de Montalegre ( Tiana, Barcelona)
28 de octubre de 2021